
El Primer Relámpago del Fin El Apocalipsis de Juan y las Raíces Hebreas del Cristianismo Primitivo
Antes de que existieran los evangelios tal como los conocemos, antes de que Pablo escribiera sus últimas cartas y antes de que los concilios definieran los dogmas, una voz solitaria resonó desde el exilio: la del apóstol Juan, en la isla de Patmos. Su libro, conocido como Apocalipsis o “Revelación”, es una obra que mezcla poesía profética, símbolos judíos, visiones cósmicas y un mensaje de esperanza bajo persecución.
Algunos estudiosos —entre ellos el teólogo protestante alemán Johann Christian Engels, a comienzos del siglo XIX— propusieron que el Apocalipsis fue el escrito cristiano más antiguo del Nuevo Testamento, posiblemente redactado alrededor del año 68 o 69 d.C., antes de la caída de Jerusalén (70 d.C.). Si esto es cierto, estaríamos ante la primera voz escrita del cristianismo, un testimonio que aún respira el aire del judaísmo apocalíptico y del fervor mesiánico que impulsó a los seguidores de Jesús en sus primeros años.
Más allá de las interpretaciones escatológicas o simbólicas, el Apocalipsis es una puerta de acceso al cristianismo en su forma más primitiva y profética: una fe nacida entre la esperanza judía y la persecución romana, entre la memoria de la cruz y la promesa del Reino.
El contexto histórico: un imperio y una fe en conflicto
Para entender la radicalidad del Apocalipsis, hay que imaginar su mundo. Roma domina el Mediterráneo con puño de hierro. El emperador exige culto divino y la economía gira en torno al comercio, la guerra y la esclavitud. Mientras tanto, los cristianos —una secta pequeña y perseguida, mayoritariamente judía— viven marginados entre sinagogas que los rechazan y autoridades romanas que los consideran peligrosos.
1. La persecución y el exilio
Juan, autor del Apocalipsis, dice haber sido desterrado a la isla de Patmos “por causa de la palabra de Dios y del testimonio de Jesús” (Ap. 1:9). Su situación refleja la de toda una generación de creyentes que vivieron bajo la sombra de la persecución. La fe en Cristo no era una doctrina cómoda, sino una declaración subversiva contra los dioses del imperio.
2. El año 68: un mundo al borde del colapso
La fecha propuesta por Engels —68 o 69 d.C.— coincide con un momento caótico en la historia romana: la muerte de Nerón, las guerras civiles y la inminente destrucción del Templo de Jerusalén. En ese contexto, la visión apocalíptica cobra un sentido inmediato: el mundo, tal como lo conocían los primeros cristianos, estaba literalmente desmoronándose.
El Apocalipsis, entonces, no fue solo una profecía del futuro, sino también una lectura teológica del presente, una proclamación de que Dios seguía reinando incluso cuando el poder humano parecía invencible.
El lenguaje de las visiones: hebraísmos en clave cristiana
Uno de los rasgos más sorprendentes del Apocalipsis es su estilo lingüístico. Aunque fue escrito en griego, su estructura y vocabulario reflejan una mentalidad hebrea, un alma moldeada por los profetas del Antiguo Testamento.
1. Hebraísmos en el texto
Las frases del Apocalipsis a menudo imitan la sintaxis hebrea. Expresiones como “El que es, y que era, y que ha de venir” (Ap. 1:4) o “el Cordero que fue inmolado desde el principio del mundo” evocan los paralelismos poéticos de Isaías, Ezequiel y Daniel.
Asimismo, las imágenes que utiliza —bestias, sellos, trompetas, cálices, dragones, estrellas y tronos— proceden del imaginario judío apocalíptico. Juan no inventa este lenguaje; lo hereda de su tradición, pero lo reinterpreta a la luz de Cristo.
2. Ecos del Antiguo Testamento
El Apocalipsis cita o alude a más de 500 pasajes del Antiguo Testamento, especialmente de los profetas Daniel, Ezequiel, Isaías, Zacarías y los Salmos. Por ejemplo:
- El dragón de siete cabezas recuerda a la bestia de Daniel 7.
- El mar de cristal evoca el firmamento del templo celestial en Ezequiel 1.
- El nuevo cielo y la nueva tierra retoman la esperanza de Isaías 65.
El resultado es una relectura cristiana de las promesas de Israel, donde el Mesías crucificado y resucitado se revela como el Señor de la historia.
Jesús, el Siervo convertido en Rey
En el Apocalipsis, Jesús no es solo el Maestro de Galilea, sino el Cordero entronizado, el centro de la adoración celestial. Esta transformación teológica muestra la madurez del cristianismo primitivo: el Jesús que fue humillado es ahora el soberano universal.
1. El Cordero inmolado
El título central de Cristo en el Apocalipsis es “el Cordero”. En el Antiguo Testamento, el cordero simbolizaba la expiación (Éxodo 12), pero en Patmos se convierte en símbolo de victoria. Jesús triunfa no por la espada, sino por el sacrificio.
Cuando Juan ve al Cordero “como inmolado” (Ap. 5:6), está contemplando la paradoja del evangelio: la fuerza de Dios se revela en la debilidad de la cruz.
2. El Rey de Reyes
El Apocalipsis culmina con la proclamación: “El Reino del mundo ha venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo” (Ap. 11:15). En un contexto donde el César reclamaba divinidad, esta frase era revolucionaria. Cristo es el verdadero soberano, y su autoridad se extiende más allá de cualquier trono terrenal.
El Jesús del Apocalipsis no es el Jesús doméstico de las parábolas, sino el Señor glorioso que viene en las nubes, el Alfa y la Omega.
Engels y la tesis del Apocalipsis como primer escrito cristiano
El teólogo Johann Christian Engels (1773–1822) propuso que el Apocalipsis fue el primer documento escrito del cristianismo, anterior a las cartas de Pablo y los Evangelios. Su argumento se basaba en tres observaciones fundamentales:
1. La ausencia de referencias a la destrucción del Templo
Si el Apocalipsis hubiera sido escrito después del año 70, es probable que mencionara explícitamente la caída de Jerusalén. Sin embargo, el texto habla de un Templo aún existente (Ap. 11:1-2), lo cual sugiere que el evento todavía no había ocurrido.
2. El tono profético y sectario
El lenguaje del Apocalipsis es más judío que helenista. No presenta aún la teología sistemática de Pablo ni la cristología desarrollada de Juan el evangelista. En cambio, refleja una comunidad marginal que espera el inminente regreso de Cristo y mantiene una tensión constante con el judaísmo tradicional.
3. La teología del fin inminente
El Apocalipsis no ofrece una ética detallada ni una organización eclesiástica. Su urgencia es escatológica: “He aquí que vengo pronto” (Ap. 22:12). Esta expectativa inmediata del retorno de Cristo encaja con las primeras décadas del cristianismo, cuando los creyentes pensaban que el fin del mundo estaba a la vuelta de la esquina.
Engels consideraba, por tanto, que el Apocalipsis era la voz más pura del cristianismo primitivo, escrita por un testigo ocular de los acontecimientos de la generación de Jesús.
Una fe entre la historia y la esperanza
Si el Apocalipsis fue efectivamente el primer texto cristiano, entonces su mensaje es aún más profundo: el cristianismo nació mirando hacia el cielo. No surgió como una doctrina filosófica ni como una moral civilizadora, sino como una esperanza ardiente en la intervención divina.
1. El lenguaje del sufrimiento
Las iglesias de Asia Menor a las que Juan escribe (Éfeso, Esmirna, Pérgamo, etc.) representan comunidades que viven la fe en medio de la opresión. Cada carta comienza con consuelo y termina con advertencia: perseverar es el único camino.
2. El poder de la visión
El Apocalipsis no busca predecir fechas, sino despertar el alma. Es una teología en imágenes, un drama espiritual donde el bien y el mal se enfrentan en el escenario del universo. El creyente no está llamado a temer, sino a mantener la fidelidad hasta el final.
3. El triunfo final
En el último capítulo, la visión culmina en la restauración del Edén: un río de vida, un árbol con hojas que sanan a las naciones y un rostro divino que ilumina todo. Este cierre no es un final catastrófico, sino una promesa de comunión eterna.
La influencia del Apocalipsis en la cultura cristiana
Pocas obras han inspirado tanto arte, música y pensamiento como el Apocalipsis. Su imaginería ha dado origen a:
- Iconografía medieval, donde Cristo aparece como juez y Rey.
- Literatura profética, desde Dante hasta Milton.
- Himnos y cantos sobre la victoria del Cordero.
- Visiones artísticas modernas, desde William Blake hasta el cine contemporáneo.
El Apocalipsis es, en cierto modo, el ADN poético del cristianismo: una obra que combina teología, misticismo, resistencia y esperanza.
Relectura contemporánea: el mensaje del primer cristianismo
Hoy, en un mundo saturado de información pero carente de esperanza, el Apocalipsis sigue hablando. Su mensaje no es solo una predicción del fin, sino una invitación a resistir, creer y esperar.
- El Cristo que vence el miedo
Frente a las crisis modernas —guerras, injusticia, desesperanza—, el Apocalipsis recuerda que el Cordero ya ha vencido. Su victoria no depende de las circunstancias, sino del amor eterno de Dios. - El llamado a la fidelidad
El libro termina con una exhortación: “El que es santo, santifíquese todavía” (Ap. 22:11). La fe cristiana no es estática, sino un proceso continuo de transformación en medio del caos. - El futuro como promesa, no amenaza
El cristianismo primitivo no temía el fin del mundo: lo esperaba. Sabía que detrás de las sombras del juicio se esconde la luz de la restauración.
El primer rayo del Nuevo Testamento
Si Engels tenía razón y el Apocalipsis fue el primer escrito cristiano, entonces su mensaje no es el epílogo del Evangelio, sino su prólogo. Es la voz de una comunidad que, entre lágrimas y persecución, creyó que el Reino de Dios ya estaba irrumpiendo en la historia.El Apocalipsis no es un libro para adivinar el futuro, sino para interpretar el presente a la luz de la eternidad. Es el rugido del León de Judá en medio del desierto del mundo, recordando a cada creyente que la fe comenzó con una visión y terminará en una victoria.