
Entre la Sombra y la Luz Comprendiendo los Libros Apócrifos en el Panorama Bíblico
Dentro del vasto y complejo mundo de la Biblia, existen textos que han generado curiosidad, debates teológicos y división entre distintas tradiciones cristianas: los libros apócrifos. Aunque no todos los creyentes están familiarizados con ellos, estos escritos han jugado un papel importante en la historia de la fe. ¿Qué son exactamente? ¿Por qué algunos los incluyen y otros no? ¿Deberíamos leerlos hoy? En este artículo abordamos estas preguntas con profundidad, claridad y reverencia por la Palabra de Dios.
¿Qué son los libros apócrifos?
La palabra apócrifo proviene del griego apokryphos, que significa “oculto” o “escondido”. En el contexto bíblico, este término se ha usado para describir una colección de escritos religiosos que no forman parte del canon aceptado por todas las ramas del cristianismo.
En términos generales, los libros apócrifos son aquellos textos que:
- Fueron escritos entre el Antiguo y el Nuevo Testamento (el llamado “período intertestamentario”, aprox. 400 a.C. – 100 d.C.).
- No son parte del canon hebreo (la Biblia judía).
- Son incluidos en algunas versiones de la Biblia cristiana (como la Septuaginta o la Biblia Vulgata latina), pero excluidos en otras (especialmente en muchas Biblias protestantes).
Entre los apócrifos más conocidos están Tobit, Sabiduría de Salomón, Eclesiástico (también llamado Sirácida), Macabeos I y II, Judith y Baruc.
Es importante distinguir entre libros apócrifos y evangelios apócrifos. Los primeros se refieren a textos añadidos a la sección del Antiguo Testamento en algunas Biblias cristianas. Los segundos, por su parte, son escritos del período posterior al Nuevo Testamento que nunca fueron reconocidos como inspirados (como el Evangelio de Tomás o el Evangelio de Pedro).
¿Por qué no están en todas las Biblias?
La diferencia en la inclusión de los apócrifos se remonta a debates antiguos sobre la inspiración y autoridad de estos libros.
a. La Biblia hebrea
El canon judío, que conforma el Antiguo Testamento en las Biblias protestantes, no incluye los libros apócrifos. El judaísmo reconoció como sagrados los 39 libros del Tanaj, escritos mayormente en hebreo y aceptados por las comunidades judías de Palestina. Muchos de los apócrifos, por el contrario, fueron escritos en griego o aparecen tardíamente en la historia de Israel, por lo que no fueron recibidos como Escritura por los rabinos.
b. La Septuaginta y el cristianismo primitivo
La Septuaginta fue una traducción griega del Antiguo Testamento muy usada por los primeros cristianos, especialmente entre los judíos de la diáspora. Esta versión incluía varios de los libros apócrifos. Por esta razón, muchos padres de la Iglesia los conocieron y citaron.
Cuando san Jerónimo tradujo la Vulgata latina, expresó reservas sobre los apócrifos. Aun así, los incluyó como textos “deuterocanónicos” (de segundo nivel), lo que significa que eran útiles para la edificación pero no igual en autoridad a los demás libros.
c. La Reforma protestante
Durante el siglo XVI, los reformadores como Martín Lutero decidieron seguir el canon hebreo. Lutero los colocó en una sección separada y los consideró útiles pero no inspirados. Desde entonces, las Biblias protestantes generalmente excluyen estos textos.
La Iglesia Católica, en el Concilio de Trento (1546), reafirmó la inspiración de los libros deuterocanónicos. La Iglesia Ortodoxa también los conserva, aunque con ligeras diferencias en el número y orden.
¿Cómo han sido usados a lo largo de la historia?
Aunque su estatus como Escritura ha sido debatido, los apócrifos han tenido un papel notable en la historia cristiana y en el pensamiento teológico.
a. Citas patrísticas
Muchos padres de la Iglesia —como Agustín, Atanasio y Orígenes— usaron citas de estos textos. Algunos los trataron como inspirados, mientras que otros fueron más prudentes. Pero hay evidencias de que los cristianos primitivos les atribuían un valor devocional y moral.
b. Influencia litúrgica
En la liturgia católica y ortodoxa, algunos pasajes de los apócrifos se leen como parte de la Palabra de Dios. Por ejemplo, el cántico de los tres jóvenes (Daniel 3:24–90 en la Septuaginta) se encuentra en oraciones y cantos eclesiásticos.
c. Traducciones e impacto cultural
Durante siglos, los apócrifos fueron parte de la Biblia traducida al vernáculo, incluyendo versiones antiguas como la Biblia de Lutero o la Biblia del Oso en español. Muchos creyentes los leían junto con el resto del texto sagrado, considerándolos útiles para la edificación, aunque no normativos en doctrina.
Precauciones al leer los libros apócrifos
Es importante acercarse a estos libros con sabiduría y discernimiento. Algunas sugerencias son:
a. Distinguir entre inspiración y edificación
No todos los textos antiguos son inspirados por Dios. Algunos pueden contener enseñanzas útiles, otros simplemente narraciones históricas o reflexiones morales. Su lectura no debe sustituir el estudio de las Escrituras canónicas.
b. Considerar el contexto
Muchos libros apócrifos fueron escritos en contextos de persecución, exilio o lucha interna dentro del pueblo judío. Sus mensajes a veces reflejan valores políticos o culturales específicos. Comprender este trasfondo ayuda a interpretarlos correctamente.
c. No basar doctrina exclusivamente en ellos
La mayoría de las tradiciones cristianas enseñan que no se debe construir una doctrina esencial (como la salvación, la naturaleza de Cristo, el Espíritu Santo, etc.) únicamente sobre los libros apócrifos. Si bien pueden ofrecer perspectivas históricas o éticas, no deben ser la base doctrinal principal.
d. Discernir sus enseñanzas
Algunos textos contienen elementos doctrinales debatidos, como la oración por los muertos (2 Macabeos 12:46), que ha sido punto de controversia entre católicos y protestantes. En tales casos, es recomendable contrastar con el resto de las Escrituras.
¿Debemos leerlos hoy?
La lectura de los libros apócrifos puede enriquecer la comprensión del mundo bíblico, especialmente en relación con el período intertestamentario. Nos ayuda a comprender el pensamiento y espiritualidad de los judíos del Segundo Templo y de los primeros cristianos. Además, muchas de sus enseñanzas morales coinciden con valores evangélicos como la justicia, la misericordia y la oración.
Sin embargo, es importante mantener una clara conciencia de su categoría literaria. Son textos útiles, pero no normativos. Como lo expresó Jerónimo: “No los leemos para establecer doctrina, sino para la edificación del pueblo”.
Entre la sombra y la luz
Los libros apócrifos habitan ese espacio entre la sombra del canon cerrado y la luz de la revelación reconocida. No son falsos, pero tampoco son esenciales. Se encuentran como puentes literarios entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, ayudándonos a vislumbrar cómo pensaban, oraban y vivían aquellos que esperaban la venida del Mesías.
En un mundo donde muchas voces compiten por definir la verdad, la Palabra inspirada de Dios debe seguir siendo nuestra base. Pero el conocimiento histórico, cuando es guiado por el Espíritu y la comunidad de fe, puede enriquecer nuestra experiencia de la Escritura. Los libros apócrifos, leídos con humildad y discernimiento, pueden ser una herramienta para aprender, reflexionar y crecer.