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Jesús, el Rey Prometido Cómo el Evangelio de Mateo Revela el Cumplimiento de las Profecías Mesiánicas

octubre 16, 2025
Jesús, el Rey Prometido Cómo el Evangelio de Mateo Revela el Cumplimiento de las Profecías Mesiánicas

Jesús, el Rey Prometido Cómo el Evangelio de Mateo Revela el Cumplimiento de las Profecías Mesiánicas

Cada uno de los cuatro evangelios presenta una faceta distinta del ministerio y la persona de Jesucristo. Marcos lo muestra como el Siervo fiel, Lucas lo retrata como el Hombre perfecto, Juan lo revela como el Hijo de Dios eterno… pero Mateo tiene un propósito único y majestuoso: mostrar que Jesús es el Mesías-Rey prometido en las Escrituras del Antiguo Testamento.

A través de su narrativa cuidadosamente estructurada y profundamente simbólica, Mateo no solo relata la vida y enseñanzas de Jesús, sino que lo presenta como el cumplimiento total de la Ley y los Profetas, el heredero legítimo del trono de David y el instaurador del Reino de los Cielos.
Su evangelio es un puente entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, entre la promesa y su cumplimiento.

Mateo: El evangelista puente entre dos pactos

El Evangelio según Mateo abre el Nuevo Testamento con una genealogía. A simple vista, podría parecer una lista de nombres, pero para el lector judío del siglo I, era una declaración teológica contundente: Jesús tiene un linaje real y mesiánico.

“Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham.” (Mateo 1:1)

Con esta frase, Mateo conecta al Mesías con las dos grandes promesas del Antiguo Testamento:

  • A Abraham, se le prometió una descendencia que bendeciría a todas las naciones (Génesis 12:3).
  • A David, se le prometió un trono eterno (2 Samuel 7:12-13).

Jesús, entonces, es presentado como el cumplimiento de ambas alianzas. En Él convergen la bendición de Abraham y la realeza de David.
Mateo es el escritor que toma las raíces del Antiguo Testamento y las hace florecer en Cristo.

El propósito teológico de Mateo: presentar a Jesús como el Rey Mesías

Desde el inicio, Mateo muestra una preocupación central: probar que Jesús es el Mesías esperado.
Lo hace mediante tres estrategias principales:

  1. Genealogía real: establece su linaje como hijo de David.
  2. Cumplimiento profético: cita constantemente las Escrituras hebreas, mostrando que todo lo dicho por los profetas se cumple en Él.
  3. Título real: usa la expresión “Reino de los Cielos” más de treinta veces, enfatizando la autoridad soberana de Cristo.

Mateo no escribe a un público genérico, sino principalmente a judíos familiarizados con la Torá y los profetas.
Su intención es que reconozcan en Jesús la figura prometida durante siglos: el Rey justo que gobernará no solo a Israel, sino a todas las naciones.

El nacimiento del Rey: el cumplimiento de las profecías mesiánicas

Los primeros capítulos de Mateo son un mosaico de profecías cumplidas.
El evangelista subraya una y otra vez la fórmula:

“Todo esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el Señor por medio del profeta…” (Mateo 1:22, 2:15, 2:17, 2:23).

Veamos algunos ejemplos significativos:

  • Nacimiento virginal (Isaías 7:14): Mateo 1:23 cita directamente al profeta Isaías:
    “He aquí, una virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamarán su nombre Emanuel.”
    Jesús no es solo un niño judío; es Dios con nosotros.
  • Nacimiento en Belén (Miqueas 5:2): los sabios son guiados al lugar exacto donde debía nacer el Rey prometido.
    Mateo confirma que el Mesías no surge del poder político, sino de la humildad profética.
  • Huida a Egipto y regreso (Oseas 11:1):
    “De Egipto llamé a mi hijo.”
    Jesús revive la historia de Israel, experimentando en sí mismo el éxodo del pueblo escogido.
  • Matanza de los inocentes (Jeremías 31:15):
    Mateo la relaciona con el llanto de Raquel, símbolo de las madres de Israel.

Cada detalle de la infancia de Jesús está cuidadosamente entretejido con la historia de Israel.
Mateo quiere mostrar que nada en la vida de Cristo es casualidad, sino cumplimiento perfecto del plan divino.

El Sermón del Monte: la ley del Reino

Uno de los momentos más emblemáticos del Evangelio de Mateo es el Sermón del Monte (Mateo 5–7).
Aquí, Jesús no abroga la ley mosaica, sino que la eleva a su sentido más pleno.

“No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir.” (Mateo 5:17)

Jesús no contradice a Moisés, sino que revela la intención interna de la ley.
Mientras los fariseos se centraban en la obediencia externa, Él apunta al corazón:

  • No basta con no matar; hay que vencer la ira.
  • No basta con no adulterar; hay que purificar la mirada.
  • No basta con amar al prójimo; hay que amar también al enemigo.

Mateo retrata a Jesús como el nuevo Moisés, que sube al monte no para recibir la ley, sino para proclamar su plenitud espiritual.
El antiguo pacto se encuentra con su realización perfecta en la ley del amor.

Los milagros del Rey: señales de autoridad divina

En los capítulos 8 y 9, Mateo presenta una serie de milagros que no son meras demostraciones de poder, sino signos del Reino de los Cielos en acción.
Jesús sana, libera, restaura y resucita, mostrando que el Reino de Dios no es teórico, sino tangible.

Cada milagro cumple una función teológica:

  • La sanidad del leproso revela la pureza restaurada.
  • La fe del centurión muestra que el Reino trasciende a Israel.
  • La calma de la tempestad evidencia su autoridad sobre la creación.
  • La resurrección de la hija de Jairo confirma su poder sobre la muerte.

Mateo no busca solo impresionar; busca que el lector reconozca que este Jesús es el Rey prometido por los profetas, el que tiene dominio sobre toda realidad: física, espiritual y moral.

El Reino de los Cielos: la enseñanza central de Mateo

A diferencia de los otros evangelios, Mateo utiliza la expresión “Reino de los Cielos” en lugar de “Reino de Dios”.
Esto refleja su respeto por la sensibilidad judía, evitando pronunciar el nombre divino, pero el significado es el mismo.

El Reino de los Cielos en Mateo no es un lugar lejano, sino una realidad presente donde Dios reina a través de Cristo.
Jesús enseña que el Reino:

  • Tiene principios distintos a los del mundo (Mateo 5:3-10).
  • Crece de forma invisible y progresiva (Mateo 13:31-33).
  • Exige decisión y arrepentimiento (Mateo 4:17).
  • Será plenamente manifestado al final de los tiempos (Mateo 25).

El Reino es, por tanto, ya presente pero aún no consumado.
Jesús, el Rey, lo inaugura con su presencia, y su pueblo lo extiende a través del amor, la justicia y la fe.

El Rey rechazado: cumplimiento del sufrimiento profético

Mateo también muestra la paradoja del Reino: el Mesías esperado por Israel es rechazado por su propio pueblo.
Las mismas Escrituras que anunciaban su venida, anticipaban también su sufrimiento.

El evangelista destaca este cumplimiento profético:

  • El Salmo 118:22: “La piedra que desecharon los edificadores, ha venido a ser cabeza del ángulo.”
  • Isaías 53: “Despreciado y desechado entre los hombres.”

Jesús no fue un fracaso político, sino el cumplimiento del Siervo sufriente.
Su rechazo no anuló el plan de Dios; lo consumó.

A través de su cruz, el Rey conquista no por la espada, sino por el amor sacrificial.
Y desde esa entrega nace una nueva humanidad, una nueva comunidad: la Iglesia.

El Rey resucitado: la victoria del Reino

El Evangelio de Mateo culmina con el triunfo de la resurrección.
La tumba vacía no es solo un milagro histórico, sino la confirmación de su autoridad universal.

“Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.” (Mateo 28:18)

Jesús no es solo el Rey de Israel; es el Rey del cosmos.
Su Reino ya no está limitado por fronteras geográficas o étnicas, sino que abarca a todas las naciones.

Por eso, el Evangelio termina con la Gran Comisión:

“Id, y haced discípulos a todas las naciones.” (Mateo 28:19)

El Mesías judío se convierte en el Salvador del mundo, cumpliendo la promesa hecha a Abraham:
“En ti serán benditas todas las familias de la tierra.”

Mateo y el cumplimiento de las Escrituras

Ningún evangelio cita tanto el Antiguo Testamento como Mateo.
Más de 60 veces, el autor conecta los hechos de Jesús con profecías antiguas.
Esto subraya un mensaje clave: Jesús no es una figura nueva, sino la plenitud de todo lo que Dios había prometido.

Mateo demuestra que en Cristo:

  • La ley mosaica encuentra su propósito.
  • Las profecías mesiánicas hallan su cumplimiento.
  • Las esperanzas humanas reciben su respuesta definitiva.

El evangelio entero podría resumirse en una sola frase:

“Jesús es el cumplimiento de todo lo que se escribió.”

Aplicación espiritual: el Reino en el corazón del creyente

El mensaje de Mateo no se limita a una verdad histórica, sino que tiene una dimensión personal y espiritual.
Jesús no solo quiere reinar en los cielos, sino también en el corazón de cada creyente.

Aceptar a Cristo como Rey implica:

  • Someter la voluntad al señorío de Dios.
  • Permitir que la Palabra transforme la conducta.
  • Vivir con la conciencia de ser ciudadano de un Reino eterno.

Cuando Jesús gobierna el corazón, el creyente comienza a vivir la ética del Reino: humildad, misericordia, pureza, justicia y paz.
Así, la historia del Rey mesiánico se prolonga en la vida diaria de su pueblo.

El Evangelio de Mateo es una obra maestra que une la historia, la profecía y la teología en una sinfonía perfecta.
En sus páginas descubrimos que Jesús no vino a iniciar algo nuevo, sino a consumar lo antiguo.
Él es el Rey prometido, el cumplimiento de toda esperanza, la realización plena de las promesas divinas.

En Cristo, la historia de Israel y la historia de la humanidad convergen.
El Reino de los Cielos ya ha sido inaugurado, y su Rey reina con justicia, amor y autoridad eterna.

Por eso, el mensaje de Mateo sigue resonando hoy:

“He aquí tu Rey viene a ti, manso y humilde, montado sobre un asno.” (Mateo 21:5)

El Reino ha llegado, y su puerta está abierta para todos los que reconocen al Rey de Reyes.