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Traducción y Verdad Cómo las Diferentes Versiones de la Biblia Moldean Nuestra Fe y Comprensión del Mensaje Divino

octubre 21, 2025
Traducción y Verdad Cómo las Diferentes Versiones de la Biblia Moldean Nuestra Fe y Comprensión del Mensaje Divino

Traducción y Verdad Cómo las Diferentes Versiones de la Biblia Moldean Nuestra Fe y Comprensión del Mensaje Divino

La Biblia es mucho más que un libro: es la revelación de Dios a la humanidad, una obra inspirada que ha trascendido culturas, idiomas y siglos. Pero esa transmisión del mensaje divino no ha sido directa para la mayoría de los creyentes, sino que ha pasado por un proceso fundamental: la traducción.

Cada versión bíblica que leemos —sea la Reina-Valera, la Biblia de Jerusalén, la Nácar-Colunga, o la Nueva Versión Internacional (NVI)— es fruto de decisiones lingüísticas, teológicas e históricas. Cada palabra traducida representa un acto de interpretación que influye en cómo entendemos a Dios, la doctrina y la fe cristiana.

La traducción como puente entre lo divino y lo humano

La primera gran verdad del estudio bíblico es que toda traducción implica interpretación.
La Biblia fue escrita originalmente en tres idiomas: hebreo, arameo y griego koiné.
Esto significa que cualquier lector moderno depende, inevitablemente, de una versión traducida para acceder al mensaje de Dios.

El traductor se enfrenta al desafío de transmitir lo que el texto original quería decir en su contexto histórico y cultural, sin perder la fuerza teológica ni la belleza literaria. Por eso, las traducciones no son copias exactas, sino puentes: intentos humanos de expresar una revelación divina.

Como dijo Lutero, quien tradujo la Biblia al alemán en el siglo XVI:

“Traducir no es cuestión de palabras, sino de entender el pensamiento detrás de las palabras.”

En este sentido, la tarea del traductor bíblico es casi sacerdotal: debe servir de mediador entre la lengua sagrada y el corazón del creyente, entre lo eterno y lo cotidiano.

Las versiones más influyentes en el mundo hispano

a. Reina-Valera: la herencia protestante

La Biblia Reina-Valera es, sin duda, la versión más influyente en el mundo evangélico de habla hispana.
Traducida originalmente por Casiodoro de Reina en 1569 y revisada por Cipriano de Valera en 1602, fue basada en los textos hebreos y griegos disponibles entonces, y en parte influida por la versión inglesa de Tyndale y la Vulgata latina.

La revisión más conocida, la Reina-Valera 1960, buscó actualizar el idioma sin alterar su estilo reverente y clásico.
Es la Biblia que moldeó la teología protestante en América Latina, y sigue siendo considerada una de las más fieles en equilibrio entre literalidad y claridad.

Su lema implícito refleja la tradición reformada:

“Sola Scriptura” — solo la Escritura es la autoridad suprema para la fe.

No obstante, sus versiones más antiguas contienen arcaísmos que pueden dificultar la comprensión para las nuevas generaciones, razón por la cual surgieron revisiones posteriores como la Reina-Valera Actualizada (RVA) y la Reina-Valera Contemporánea (RVC).

b. La Biblia de Jerusalén: el enfoque católico y académico

Publicada por primera vez en 1967 por la Escuela Bíblica de Jerusalén, esta traducción se distingue por su rigor exegético y notas críticas detalladas.
Su objetivo no era solo traducir, sino ofrecer contexto histórico, literario y teológico.

Esta versión parte de los textos originales en hebreo, arameo y griego, no de la Vulgata latina, lo que la convierte en una de las más fieles y modernas dentro del ámbito católico.

Además, incluye los libros deuterocanónicos, como Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico (Sirácida) y los Macabeos, que amplían la perspectiva histórica del período intertestamentario.

La Biblia de Jerusalén busca equilibrar la belleza literaria con la precisión académica, usando un lenguaje elegante pero comprensible.
Es muy apreciada incluso por estudiosos protestantes por su profundidad teológica y su tono respetuoso hacia la tradición bíblica.

c. Nácar-Colunga: fidelidad lingüística y reverencia

La versión Nácar-Colunga (1944), realizada por los sacerdotes católicos Alberto Colunga y Eloíno Nácar Fúster, es una traducción monumental del texto original, caracterizada por su lenguaje solemne y fiel al tono sagrado de la Escritura.

Su estilo clásico la hace muy cercana a la Reina-Valera, pero con un enfoque más litúrgico y devocional.
Fue una de las primeras traducciones católicas en español moderno y sigue siendo valorada por su belleza literaria y profundidad espiritual.

d. Versiones modernas: claridad y accesibilidad

En el siglo XX surgieron traducciones que buscaron actualizar el lenguaje bíblico a la realidad de los lectores contemporáneos.
Entre las más populares están:

  • Nueva Versión Internacional (NVI): intenta mantener fidelidad textual con fluidez moderna.
  • Dios Habla Hoy (DHH): prioriza la sencillez del mensaje para facilitar la comprensión.
  • Biblia Latinoamericana: con enfoque pastoral y lenguaje cercano a las comunidades populares.

Aunque estas versiones son más accesibles, algunos críticos sostienen que pierden la riqueza teológica de las traducciones clásicas al optar por interpretaciones dinámicas del texto.

Por eso, los estudiosos recomiendan comparar versiones al hacer un estudio serio de la Escritura.

La cuestión del canon: ¿Por qué hay libros “deuterocanónicos”?

Una diferencia histórica clave entre las tradiciones cristianas radica en el número de libros que forman la Biblia.
Mientras las Biblias protestantes incluyen 66 libros, las católicas contienen 73, añadiendo los llamados deuterocanónicos (del griego deuteros, “segundo”, y kanon, “regla”).

Estos libros —como Tobías, Judit, Sabiduría, Eclesiástico, Baruc y los dos de Macabeos— fueron escritos en griego y estaban incluidos en la versión Septuaginta, la traducción griega del Antiguo Testamento utilizada por los judíos helenistas y citada con frecuencia por los apóstoles.

Sin embargo, durante la Reforma, los protestantes siguieron el canon hebreo, que no incluía estos textos, considerándolos útiles para la instrucción, pero no inspirados con autoridad doctrinal.

El Concilio de Trento (1546) reafirmó su inclusión en el canon católico, mientras que los reformadores los ubicaron en secciones separadas como apócrifos.

Así, la diferencia entre las Biblias no es solo numérica, sino también teológica: refleja dos visiones sobre la tradición y la inspiración.

¿Cuál traducción es la más confiable?

No existe una respuesta absoluta, porque todas las versiones buscan el mismo propósito: acercar la Palabra de Dios a los creyentes.
Sin embargo, es posible distinguir tres enfoques principales en las traducciones:

EnfoqueCaracterísticasEjemplos
Literal o formalBusca reproducir palabra por palabra, conservando estructura originalReina-Valera, Nácar-Colunga
Dinámico o funcionalTraduce ideas para lograr comprensión natural en el idioma receptorNVI, DHH
Paráfrasis o interpretativoReescribe con lenguaje libre para transmitir el sentido generalBiblia al Día, El Mensaje

El lector serio de la Biblia puede beneficiarse al usar varias versiones simultáneamente, para comparar matices y obtener una visión más rica del texto.

Por ejemplo:

  • En Juan 1:14, “Y el Verbo se hizo carne” (RV60) conserva la solemnidad teológica del término Logos.
  • En cambio, la NVI traduce: “Y aquel que es la Palabra se hizo hombre”, enfatizando la comprensión moderna del lector.

Ambas son correctas, pero revelan distintas prioridades hermenéuticas: una teológica, otra comunicativa.

La traducción como acto de fidelidad espiritual

Traducir la Biblia no es solo un ejercicio lingüístico: es un acto de reverencia hacia la revelación divina.
Cada traductor, consciente o no, interpreta.
Y cada interpretación revela su visión del Evangelio.

Por eso, es importante que el creyente:

  • No se aferre dogmáticamente a una sola versión,
  • Compare traducciones con apertura,
  • Y busque el sentido original del texto.

Detrás de cada palabra traducida hay siglos de estudio, oración y debate.
El objetivo final no es decidir cuál versión “tiene la razón”, sino permitir que la Palabra transforme el corazón.

Como afirma Hebreos 4:12:

“La Palabra de Dios es viva y eficaz, más cortante que toda espada de dos filos.”

Esa Palabra —sin importar la versión— sigue atravesando el alma y discerniendo los pensamientos del corazón.

La responsabilidad del lector moderno

El cristiano de hoy tiene más acceso que nunca a las Escrituras: versiones digitales, comparativas, con comentarios y estudios interlineales.
Pero ese acceso implica mayor responsabilidad.

No basta con leer superficialmente; es necesario leer con discernimiento:

  • Considerar el contexto histórico del pasaje,
  • Conocer la intención del autor,
  • Y comprender las diferencias doctrinales entre traducciones.

Un ejemplo claro es el término “justificación” en las cartas de Pablo.
Mientras la Reina-Valera conserva la expresión “justificados por la fe”, algunas versiones modernas traducen “hechos justos por la fe”, lo cual cambia sutilmente el matiz teológico.
Pequeñas diferencias pueden modificar grandes conceptos.

Por eso, el lector debe examinar, comparar y orar, permitiendo que el Espíritu Santo sea su verdadero maestro de interpretación (Juan 16:13).

Las traducciones y la unidad de la Iglesia

Las distintas versiones de la Biblia, lejos de dividir, deberían recordarnos la riqueza del testimonio cristiano.
Así como el Espíritu inspiró a distintos autores en contextos diversos, también ha guiado a los traductores en cada época.

En lugar de competir, las versiones bíblicas dialogan entre sí, revelando un mosaico de comprensión divina.
Una traducción puede iluminar una palabra; otra, un matiz teológico; otra, un sentido pastoral.

La verdadera unidad no está en usar la misma versión, sino en creer en el mismo Señor:

“Un Señor, una fe, un bautismo.” (Efesios 4:5)

La Palabra traducida y la misión global

Desde la antigüedad, la misión cristiana ha estado ligada a la traducción.
De hecho, la primera gran traducción bíblica, la Septuaginta, permitió que los judíos de la diáspora comprendieran la Ley de Dios en griego.
Siglos más tarde, la Vulgata Latina de San Jerónimo hizo lo mismo para el mundo romano.
Y con la Reforma, las Biblias vernáculas —en alemán, inglés y español— abrieron las puertas del Evangelio a las naciones.

Hoy, gracias a organizaciones como Wycliffe o Sociedades Bíblicas Unidas, la Biblia o partes de ella están traducidas a más de 3.600 idiomas.
Cada lengua nueva representa un alma que puede escuchar por primera vez la voz de Dios en su idioma.

Esto nos recuerda que la traducción es un acto de amor misionero, una extensión del mandato de Jesús:

“Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.” (Marcos 16:15)

Cómo elegir una Biblia para el estudio personal

Elegir una versión bíblica no debería basarse en tradición familiar o estética, sino en propósito espiritual.
Por ejemplo:

  • Para estudio teológico profundo, conviene una versión literal (Reina-Valera 1960, Biblia de Jerusalén).
  • Para lectura devocional, una versión fluida (NVI, Dios Habla Hoy).
  • Para enseñanza y predicación, una versión equilibrada (Reina-Valera Actualizada, Biblia de las Américas).

Lo más importante es que la versión elegida:

  1. Sea fiel al texto original,
  2. Respete la doctrina fundamental cristiana,
  3. Y acerque al lector a una relación más profunda con Cristo.

La traducción de la Biblia no es un obstáculo, sino un testimonio de la gracia de Dios que se comunica en cada lengua y cultura.
Cada versión, con sus matices y enfoques, es una ventana distinta hacia la misma verdad eterna.
El Espíritu Santo sigue obrando a través de las palabras —ya sean antiguas o modernas— para transformar corazones.

La pregunta no debería ser:

“¿Cuál es la mejor traducción?”
Sino más bien:
“¿Estoy dejando que la Palabra traducida transforme mi vida?”Porque el poder de la Escritura no está en la tinta ni en la lengua, sino en el Dios que la inspira y en el creyente que la obedece.